2Tim 3:2 Porque los hombres serán amadores de sí mismos, avaros,
jactanciosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos,
irreverentes...
El Apóstol
Pablo se refiere al tiempo postrero diciendo: “en los postreros días vendrán
tiempos peligrosos” y la palabra
traducida como “peligrosos” conlleva la idea de problemas, dificultades,
y situaciones estresantes. Entonces acorde a la advertencia del apóstol para su
discípulo -cuya finalidad verdadera es advertirnos a nosotros- entendemos que
estos tiempos serán difíciles debido a muchas situaciones que pueden afectar a
la iglesia, de no ser ministrada apropiadamente.
Sin embargo, al hablar de estos
peligros, Las características
que Pablo describirá son de personas malas. Habla de guerras, hambre o
enfermedades, problemas climáticos, ni ninguna otra calamidad o dolencia que de
hecho estamos viendo proliferar en la actualidad, sino los caminos malvados y
depravados de los hombres. La palabra griega utilizada en este versículo para
definir peligrosos tiene distintas acepciones, y es usada para referirse
a los animales salvajes o para el mar embravecido. Y solo aparece otra vez en
el NT cuando el evangelio de Mateo habla de dos endemoniados gadarenos que eran
tan feroces que nadie se atrevía a pasar por aquel camino (Mat 8:28).
Hemos
sido enseñados que estas actitudes son una manifestación del espíritu del
anticristo que se opone a las manifestaciones del Espíritu Santo y sus dones,
como parte de la operación de error del final de los tiempos, en la que el
enemigo pretende engañar de ser posible aun a los escogidos de Dios.
Entre
las actitudes peligrosas de los hombres del final de los tiempos, en algunas
versiones se menciona la irreverencia, que se traduce de la palabra ANOSIOS
y que significa, impío, malvado, perverso, irreverente. La irreverencia no es
otra cosa sino la falta de respeto.
Obviamente
la falta de respeto se manifiesta en aquellas personas que desconocen la
autoridad o el poder de alguien o algo. Por ejemplo, cuando un agente de la
policía porta su uniforme de forma pulcra y gallarda, inspira respeto y si
manifiesta conocimiento de la ley, es respetado porque denota autoridad para
sancionar o dejar en libertad a las personas, pero si por el contrario, no
porta el uniforme con dignidad, lo mas seguro es que nadie lo respete, o si
intenta dirigir el tráfico, será seguramente ignorado al intentar hacer señal
de alto a los vehículos, porque la gente no tendrá conocimiento de su autoridad
al no ver el uniforme que lo identifica como un agente de la autoridad.
De
igual manera, las personas que no conocen a Dios temen a quien no deben temer,
por eso es que el Señor nos deja la advertencia en Su Palabra, instruyéndonos a
no temer a quien puede dañar el cuerpo, pero no puede tocar nuestra alma,
puesto que es Dios el único que puede destruir ambos en el infierno (Mat
10:28).
Ahora
bien, partamos desde que un profeta es un representante de Dios en La Tierra;
es alguien que habla de parte de Dios y con la autoridad que el Señor le da,
para trasladar su voluntad a los hombres, pero si estos hombres desconocen la
autoridad de Dios, entonces seguramente desconocerán e irrespetarán la
autoridad del ministro, o de la profecía.
El
asunto es que estas personas se pierden una gran bendición, dado que el Señor
Jesucristo dice que quién le recibe a Él, recibe a quien lo envió (el Padre) y
que quien recibe a un profeta, por cuanto es profeta, recibirá recompensa de
profeta (Mat 10:41).
Según
el diccionario secular, el adjetivo de irreverente se le adjudica a una persona
que no muestra respeto. En su epístola a los romanos, el apóstol Pablo habla de
que la Ira de Dios se desata contra la gente irreverente porque ocultan Su
Verdad y por su falta de respeto hacia el Creador, terminan con un corazón
entenebrecido que los conduce a la idolatría y la deshonra de sus propios
cuerpos (Rom 1:18-25).
Un
personaje bíblico que muestra ser irreverente es Nabal (cuyo nombre significa
insensato) y al no mostrar respeto alguno por el ungido de Dios, es decir el
rey David, acaba sus días con un corazón endurecido como piedra y su esposa
Abigail, que incluso intercede por la casa de Nabal, termina siendo esposa del
rey. Otros personajes que eran irreverentes con las cosas sagradas eran Ofni y
Finees, los hijos del Sacerdote Elí, quienes eran impíos y no tenían
conocimiento de Jehová, y por no escuchar la voz de su padre, Dios decreta su
muerte y su familia es desechada del sacerdocio (1Sam 2:12-36).
Esto
ultimo es muy importante para nosotros, porque el apóstol Pedro nos enseña que
hacemos bien en prestar atención -una forma de mostrar respeto- a la Palabra
Profética más segura -La Biblia-. En esta epístola, nos dice en
pocas palabras que debemos respetar la profecía de Dios dada a través de sus
siervos; el profeta Oseas por su lado nos enseña que el pueblo de Dios perece o
se extravía por falta de conocimiento, y que aquel que desprecia el
conocimiento es quitado del sacerdocio y aquel que se olvida de la ley de Dios
-escrita en palabra profética más segura- hará que Dios se olvide de su
descendencia (Os 4:6).
Para
finalizar entendemos que una actitud irreverente es una actitud descortés e
irrespetuosa, una actitud que demuestra altanería. Las personas que se creen auto suficientes, no tienen respeto por Dios porque no creen necesitarlo, los
que se creen demasiado “inteligentes o sabios” tampoco tienen la humildad
necesaria para recibir una profecía que venga de parte del Señor, pero cuando
Él habla a través de su Palabra
Profética develando el rhema debajo del logos, o cuando habla a través de la
boca de un ministro o un siervo en una profecía, entonces seguramente provocara
cambios en lo intimo de la persona a quien el envía su mensaje. Entonces, solo
nos queda decir que, para erradicar toda contaminación de irreverencia de
nuestro ser integral, necesitamos aprender a conocer a Dios y humillarnos
delante de Él, recordando que nuestras armas no son carnales, sino poderosas en
Dios, para destruir toda especulación y llevar toda altivez y todo pensamiento
altivo, a la obediencia de Cristo.
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