Efesios 4:11-14 11
Y Él dio a algunos el ser apóstoles,
a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros, 12 a fin de capacitar a los santos
para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo; 13 hasta que todos lleguemos a la
unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un
hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; 14 para que ya no seamos niños,
sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de
doctrina, por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del error;
Muchas veces cuando escuchamos la frase “intimidad con Dios”, lógicamente pensamos en un momento sublime
como la oración, un momento en el que buscamos estar a solas con el Padre de
los espíritus, como lo describe la biblia en Hebreos 12.9, un momento en el que
hablamos y Él nos escucha, o nos deja sentir el toque de su Santo Espíritu.
Pero la intimidad con Dios también ese momento en el que nos
presentamos delante de Él, para vaciar nuestra alma, para despojarnos de
nuestras cargas, para exponer nuestras dudas o incógnitas, para buscar Su
Consejo y Su Sabiduría que nos guíe a una decisión acertada, para despojarnos
de cargas innecesarias en nuestra vida.
En el antiguo pacto la biblia nos habla de dos piedras que daban las
respuestas de parte de Dios, el Urim y el Tumim. Por medio de estas dos piedras
Dios respondía cuando era consultado.
En la actualidad los sacerdotes de Dios no usan un efod físico, no
tienen estas piedras para dar una respuesta a una consulta, pero tenemos al
Espíritu Santo que nos guía a toda justicia y a toda verdad. Por eso existe la
ministración y la consejería que no puede estar a cargo de cualquier persona o
hermano, sino que debe ser responsabilidad delegada por el ministro que cubre,
en personas que están preparadas para hacer la labor de escuchar, aconsejar,
ministrar el alma de los miembros de la congregación.
Un ejemplo lo vemos en David,
quien es propuesto para ayudar a Saúl con el espíritu malo que lo atormentaba.
1 Samuel 16:18 18
Y respondió uno de los mancebos y dijo: He aquí, he visto a un hijo de Isaí, el
de Belén, que sabe tocar, es poderoso y valiente, un hombre de guerra, prudente
en su hablar, hombre bien parecido y el SEÑOR está con él.
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Primero
que nada era un joven que tenia testimonio por lo que hacia, no por lo ue
hablaba, puesto que era alguien a quien habían visto.
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Era un
joven con paternidad (cobertura) y esto nos habla de sujeción y obediencia, lo
cual es importante al ser delegado. La obediencia agrada a Dios al igual que quien reconoce autoridad como el
Centurión. (Lc7:8,9)
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Este
verso no habla de la ciudad del padre de
David, nos deja ve la ubicación. Los llamados a ministrar o aconsejar deben
estar bien ubicados dentro de la iglesia. Deben ser realmente hijos de casa. No
pueden ser neófitos, es decir recién plantados.
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En
cuarto lugar vemos que era alguien preparado, instruido en como tocar el arpa;
de igual manera, un ministrador debe ser alguien que es preparado, alguien que
ha sido capacitado en la sana doctrina.
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Al decir
que era poderoso y valiente nos muestra un
joven con carácter, con definición con compromiso. De igual manera quien
ministra o aconseja debe de ser alguien comprometido con el privilegio,
sabiendo que es una gran responsabilidad, primero por el respeto a las almas y
a lo que no es revelado y luego porque las necesidades pueden surgir en todo
momento y no podemos evadir el compromiso de atenderlas.
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El
versículo hacer referencia de David como un hombre de Guerra, y la ministración
debe er llevada a cabo por hombres que estén dispuestos a batallar contra
enemigos espirituales (Ef 6:12) bajo la guianza del Espíritu Santo (Sal 18:34)
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También
dice que David era prudente en su hablar; de igual manera nosotros debemos ser
prudentes si somos delegados para este privilegio, debemos ponernos el sombrero
de Manasés, con respecto a lo escuchado en la intimidad del hermano, y debemos
reconocer cuales son las cosas que debemos elevar o no, a los oídos de nuestra cobertura y ponerlo
bajo su autoridad.
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Por último,
vemos que dice que David era bien parecido, es decir lleno del gozo del Señor
en su corazón, ya que la alegría del corazón hermosea el rostro (Pr 15:13) y
esto reflejaba en David que el Señor estaba con él.