“Desead como
niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcáis
para salvación” -1pe 2:2
Antes de empezar a meditar en este versículo de la carta del apóstol Pedro, quisiera iniciar con un relato bíblico impresionante, acerca del evangelista llamado Felipe:
Hch 8: 26 Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, al camino que desciende de Jerusalén a Gaza. (Este es un camino desierto.) 27 El se levantó y fue; y he aquí, había un eunuco etíope, alto oficial de Candace, reina de los etíopes, el cual estaba encargado de todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar. 28 Regresaba sentado en su carruaje, y leía al profeta Isaías. 29 Y el Espíritu dijo a Felipe: Ve y júntate a ese carruaje. 30 Cuando Felipe se acercó corriendo, le oyó leer al profeta Isaías, y le dijo: ¿Entiendes lo que lees? 31 Y él respondió: ¿Cómo podré, a menos que alguien me guíe? E invitó a Felipe a que subiera y se sentara con él. 32 El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era éste:
COMO OVEJA FUE LLEVADO AL MATADERO;
Y COMO CORDERO, MUDO DELANTE DEL QUE LO TRASQUILA,
NO ABRE EL SU BOCA.
33 EN SU HUMILLACION NO SE LE HIZO JUSTICIA;
¿QUIEN CONTARA SU GENERACION?
PORQUE SU VIDA ES QUITADA DE LA TIERRA.
34 El eunuco respondió a Felipe y dijo: Te ruego que me digas, ¿de quién dice esto el profeta? ¿De sí mismo, o de algún otro? 35 Entonces Felipe abrió su boca, y comenzando desde esta Escritura, le anunció el evangelio de Jesús. 36 Yendo por el camino, llegaron a un lugar donde había agua; y el eunuco dijo: Mira, agua. ¿Qué impide que yo sea bautizado? 37 Y Felipe dijo: Si crees con todo tu corazón, puedes. Respondió él y dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. 38 Y mandó parar el carruaje; ambos descendieron al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó. 39 Al salir ellos del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y no lo vio más el eunuco, que continuó su camino gozoso. 40 Mas Felipe se encontró en Azoto, y por donde pasaba, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea.
COMO OVEJA FUE LLEVADO AL MATADERO;
Y COMO CORDERO, MUDO DELANTE DEL QUE LO TRASQUILA,
NO ABRE EL SU BOCA.
33 EN SU HUMILLACION NO SE LE HIZO JUSTICIA;
¿QUIEN CONTARA SU GENERACION?
PORQUE SU VIDA ES QUITADA DE LA TIERRA.
34 El eunuco respondió a Felipe y dijo: Te ruego que me digas, ¿de quién dice esto el profeta? ¿De sí mismo, o de algún otro? 35 Entonces Felipe abrió su boca, y comenzando desde esta Escritura, le anunció el evangelio de Jesús. 36 Yendo por el camino, llegaron a un lugar donde había agua; y el eunuco dijo: Mira, agua. ¿Qué impide que yo sea bautizado? 37 Y Felipe dijo: Si crees con todo tu corazón, puedes. Respondió él y dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. 38 Y mandó parar el carruaje; ambos descendieron al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó. 39 Al salir ellos del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y no lo vio más el eunuco, que continuó su camino gozoso. 40 Mas Felipe se encontró en Azoto, y por donde pasaba, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea.
Cristo es un caballero que siempre está
tocando a nuestra puerta para darnos la oportunidad de una vida eterna, e
incluso de una mejor vida en esta esfera terrenal, a diferencia del enemigo de
nuestras almas que solamente quiere matarnos, robar nuestras bendiciones y
destruir todo en nuestra existencia (Jn 10:10). Una vez hemos abierto la puerta
somos salvos, es decir hemos abierto nuestro corazón para que Cristo entre en
nosotros (Ap 3:20), pero debemos rendir nuestra voluntad para que sea Él quien
tome las riendas de nuestra vida, rescatándonos de cosas como viejas costumbres
inservibles que aprendimos en el pasado y que sirven muchas veces como un
lastre que no nos permite avanzar a una mejor forma de vivir (1Pe 1:18).
Por esto el apóstol Pedro nos enseña que
debemos siempre anhelar la leche no adulterada, es decir la sana doctrina, para
poder seguir creciendo en nuestra salvación.
En el capitulo 4 de la carta a los efesios, el
apóstol Pablo habla de los gentiles que viven excluidos de la vida de Dios, porque
tienen entenebrecida la mente a causa de la ignorancia y la dureza de su corazón,
siendo esta la causa de que no puedan dejar atrás la vida de pecado, o sea una
vida en la que van cometiendo errores una y otra vez. Este estilo de vida solo
conduce a la muerte, -algunas veces espiritual, otras incluso física y material-
porque morir es la paga de cometer errores -es decir pecar- (Rom 6:23). Pecar es
equivocarse, como cuando lanzamos una flecha y erramos en el blanco; es hacer cosas
equivocadas que solo nos conducen a desagradar a Dios y no cumplir su perfecta
voluntad. No olvidemos que los planes de Dios para nuestra vida son planes de
bienestar, para darnos un mejor futuro y una esperanza, pero podemos ser
nosotros y solo nosotros, los responsables de provocarnos calamidades y no
alcanzar Sus Bendiciones. (Jer 29:11)
La Palabra del Señor nos enseña que la razón por
la que se puede perecer o ser destruido, es por falta de conocimiento y que, si
nos olvidamos de la ley de Dios, entonces Él se olvidará de nuestros hijos (Os
4:6). No podemos arriesgarnos a pasar por alto lo que el Señor nos deja escrito
en Su Palabra y con ello traer destrucción para nuestra vida y la de nuestra
familia. Entonces, si prestamos atención a lo anterior, entendemos que al ser
salvos debemos buscar la forma de aprender más cada día y no conformarnos con
el simple hecho de haber “levantado la mano” y aceptado a Cristo en nuestro
corazón. Debemos dejarnos instruir en las cosas de Dios para poder vivir esa
vida en abundancia que Él nos ofrece.
La pregunta podría ser: “¿Quién es el indicado
para instruirme?” y la respuesta es: Un auténtico
ministro de Dios, que fue llamado por el Señor para darnos una cobertura
espiritual y capacitar a los santos para edificar al cuerpo de Cristo, para que
no seamos engañados con falsas doctrinas (Ef 4:11-14). Ahora que ya somos
salvos, necesitamos que nos sean explicadas las escrituras, porque en ellas hay
muchas cosas que deben ser indagadas, ya que es gloria de Dios ocultarlas, pero
es la gloria de los reyes indagarlas (Prv 25:2).
Debemos ser instruidos, porque algunas veces
no entenderemos las Escrituras y si no buscamos quien nos las aclare, nos
perderemos las bendiciones contenidas en ellas, tal es el caso que relata la
Biblia en el capítulo 8 de los Hechos de los apóstoles, acerca de cuándo el ángel habló a Felipe y le dijo que fuera a un camino
desértico, un lugar donde no había nada, y allí encontró la caravana de un alto
oficial etíope, que iba leyendo al profeta Isaías, al llegar Felipe y escuchar
lo que iba leyendo -quizás en voz alta- le pregunta si entiende lo que lee. El etíope
le responde que no tiene quien le explique y entonces invita a Felipe a sentarse
con el y explicarle. Luego de ser instruido, decide bautizarse y con ello
alcanza la bendición de poder entrar en el reino de los cielos.
Era importante que entendiera el evangelio de Jesús
que Felipe le explica, porque Jesús le había explicado a Nicodemo -el maestro
judío- que el que nace de nuevo puede ver el reino de los cielos, pero solo el
que se bautiza -nace del agua y del espíritu- puede entrar en el Reino de los
Cielos (Jn 3:1-6)
¿Ya abrimos nuestro corazón al Señor? ¿Ya
estamos asistiendo a una iglesia? ¿Estamos siendo instruidos de la manera apropiada
en la Palabra del Señor? Hoy es el tiempo de acercarnos a Él y aprender,
mientras pueda ser hallado. Debemos ser instruidos para dar la estatura y
acercarnos confiadamente el día que nos encontremos con Él en las nubes. Cristo
Viene pronto, ¡MARANATHA!.